A galope tendido

16,95

Textos: Fernando Martos
Ilustraciones: Cintia Martín
ISBN: 978-84-95333-47-6
Páginas: 36 págs.
Edición: 1ª Edición: noviembre 2003

¿Quién no ha galopado nunca a lomos de velocísimos caballos por las praderas abiertas desafiando a flechas y balas? ¿Quién no ha montado cimarrones salvajes o potros indómitos, manteniendo a duras penas el equilibrio? ¿Quién no ha trotado orgulloso sobre elegantes y repeinados corceles árabes o andaluces? ¿Quién no ha sido jinete entre indios y vaqueros o perseguido a cuatreros despiadados? ¿Quién no ha soñado con bellos, estilizados y mágicos unicornios? Encaramados a una escoba, sobre las piernas de nuestros abuelos, a hombros de nuestros padres, en el regazo de nuestras madres, todos hemos cabalgado cual si fuéramos el mejor jinete, el más diestro auriga o el más hábil domador de caballos. Cualquier niño, y todo adulto que lo fue, sabe de qué estamos hablando. Fernando Martos nos recrea en este delicioso libro uno de los más entrañables recuerdos de la infancia.

SOBRE LOS AUTORES

Fernando Martos nació a setenta y siete pasos del río que corre por Zamora. Fue constructor de patines, panadero de veranos, contable de estrellas. Luego creció y se hizo licenciado en Ciencias de la Educación, educación de hadas y ciencias poco ocultas. Rimó versos, algunos publicados en «Todos de etiqueta» (Junta de Castilla y León, 1986), algunos en «Poetas del 50» (Diputación de Zamora, 1998); otros emigraron por distintas revistas, así como sus cuentos, guiones y pensamientos sobre la literatura infantil y juvenil. Se lo pasó muy bien haciendo radio para la Ser de Zamora y escribiendo artículos para El Correo. Hoy cuenta cuentos por el día, lleva autores, hace talleres, libros y juegos en una treintena de escuelas e institutos que visita con el Bibliobús Escolar. Por la noche, en teatros y plazas, es narrador oral para los mayores. Pasea por Valorio, el bosque donde escondieron los árabes sus tesoros, y ama y escribe porque lo quiso marzo.

En su DNI reza Consuelo Martín Esteban, pero se llama Cintia. Su madre dice que na-ció en Salamanca, pero yo siempre la vi en Laguna de Duero, donde todas las madrugadas le pasea su perrita Tara, dispara con pinceles y mata los blancos con mixtos de colores. Porque se niega a abandonar su infancia, pinta palomas para la oficina de la Paz (1993), ilustra el suplemento infantil de «El Norte de Castilla» (curso 1994/95), dibuja garzas en Doñana para la Junta de Andalucía (2002), narices de héroes de aventuras para el Ministe-rio de Educación en su campaña de fomento de la lectura (2002), casas de pájaros en el Cartel del Día del Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León (2003), logotipos, calendarios, nubes, cuadernos, carteles, barbechos, folletos, tarjetas, monigotes, grabados, colages, espa-cios y poemas. También se gana la vida como arquitecto o, más bien, la vida le gana a ella con alzados, cartabones, secciones, bellas intenciones y resultados indefinidos. Pero sobre todo sueña con grandes ilusiones: el café de las mañanas, buenas películas en la SEMINCI y los infinitos colores.