Así es la vida

16,95

Textos: Ana-Luisa Ramírez.
Ilustraciones: Carmen Ramírez.
ISBN: 978-84-95333-72-8
Páginas: 30 págs.
Edición: 1ª Edición: noviembre 2005

Seguramente, cuando las cosas no salen como quisiéramos, es porque se nos está invitando a hacer nuevos descubrimientos. Cada día se estrena cada vida. ¡Y no nos la podemos perder!

 

LOS AUTORES:

Ana-Luisa Ramírez (Valencia 1956). En la infancia, mi hermana Ana-Luisa y yo solíamos viajar a nuestra especial ventana del mundo: el escaparate del kiosco de la Sra. Teresa. Era una ventana ante la que pronunciábamos la fórmula mágica “¡Me lo pido!” y – como si se tratara de aquel “¡Ábrete Sésamo!” -, de detrás de los cristales surgían imágenes, palabras, deseos, frustraciones… que hacían posible cualquier imposible fugado de las fronteras del escaparate.

De pequeña, a Ana-Luisa la escuela le daba frío, de modo que – en silencio – se construyó su jungla particular y en ella se hizo cazadora de palabras. Después se convirtió en maestra para poder jugar con niños y lenguajes, para viajar entre los renglones de las fantasías y sus realidades. Desde entonces abre, cierra y entreteje palabras, las rima, las rema, las rumia… les mira ombligo y espalda y las cambia como cromos. Vive a la luna de Valencia y, a la luna de Valencia, tuvo un hijo.

A Ana-Luisa y a mí, además de la fraternidad, nos unen los textos-tejidos, los espejos, los espacios sin tiempo… y este libro con palabras e imágenes a estrenar. (Carmen)

Carmen Ramírez (Valencia 1953). De siempre soñó con las musas, con las arañas (tejedoras) y con las musarañas, esos ratoncitos capaces de navegar sobre un pétalo de rosa y dormir en una caja de cerillas.

Carmen emprendió el vuelo a muy temprana edad y pronto se instaló en la capital de Austria. En Viena se licenció en Pedagogía del Arte y Arte Textil, allí tuvo tres hijas y allí se tejió la vida.

Desde pequeña, mi hermana Carmen pescaba imágenes buceando por el país de Entrelenguas, manejaba colores, papeles, tijeras, lanas, telas, hilos, agujas… traduciendo la vida al idioma de la imagen, del objeto y del color. ¿Que había que memorizar lecciones o poesías?: ¡Dibujitos! ¿Chuletas para un examen?: ¡Dibujitos!

Esto tenía ventajas e inconvenientes: cuando yo “heredaba” sus libros escolares, me llegaban lleeenos de dibujitos misteriosos entre las líneas y los márgenes de la lección. Si por un lado era un fastidio no poder estrenar libros nuevos, por otro venía muy bien aquella herencia como antídoto contra el aburrimiento escolar.

En nuestra habitación, alimentábamos un lugar secreto ideado por Carmen: bajo el tablero superior y los faldones de la mesa camilla, redondo como el mundo, estaba nuestro museo de musarañas particulares. Letras, garabatos y dibujos surcando la madera.

Así – también -, es la vida: oculta, secreta y redonda. (Ana-Luisa)