Permitámonos dudar

Normalmente, cuando alguien piensa en filosofía, lo primero que le viene a la mente son los grandes filósofos, no obstante y, como dice la UNESCO, “la educación filosófica contribuye a la formación de ciudadanos al ejercitar su capacidad de juicio, elemento fundamental de toda democracia”. Es decir, la filosofía despierta nuestra curiosidad y nos hace dudar, cosa que muchas veces se percibe como una señal de inseguridad e indecisión, veamos por qué esto no es así.

Cuando somos niños, estamos haciendo preguntas constantemente, ya que tenemos muchísima curiosidad sobre todo lo que nos rodea. Por desgracia, parece que esas ganas de saber van disminuyendo con el paso de los años, sobre todo como consecuencia de los prejuicios que existen en torno a la duda, además, dudar excesivamente de todo conduce a una sensación de insatisfacción mucho menos agradable que la que provoca no cuestionarse nada. En realidad, dudar no es malo, de hecho, es recomendable, pues es lo que nos permite cuestionar creencias (tanto nuestras como externas) y lo que nos conduce al pensamiento, a la comprensión y a la reflexión, además, nos sirve para comprender el porqué de las cosas.

La importancia de dudar crece conforme aumenta la cantidad de información que recibimos. Hoy en día estamos sobre estimulados y, cuando más deberíamos dudar de todo lo que leemos, menos lo hacemos. Esto ocurre porque la información se propaga de una forma masiva y muy veloz, por lo que poder pararnos a reflexionar sobre toda la información que nos llega no siempre es posible. Aun así, cuando sea posible, es recomendable reflexionar y cuestionar la veracidad de la fuente, investigar la situación, etc.

Otro beneficio que nos aporta realizarnos preguntas es la libertad. Si absorbemos todo lo que recibimos sin cuestionarnos nada, el emisor de esa información podrá controlarnos a su antojo, lo que conduce a la difusión de ciertos mensajes y, con ello, a la privación de la libertad, pues no estaríamos pensando por nosotros mismos.

Como sabréis, la duda es un tema recurrente en filosofía y, de hecho, grandes filósofos han reflexionado sobre ella. Descartes consideraba que la duda era el principio de la sabiduría y el camino que le llevaba al conocimiento de la verdad, por su parte, Nietzsche decía que “toda convicción es una cárcel”. Además, la filosofía en sí misma es una disciplina que nos otorga la capacidad de cuestionarnos las cosas y, a partir de ahí, darles sentido y actuar en consecuencia.

Al destacar la importancia de la duda no queremos transmitir la idea de que debemos adoptar una postura de escepticismo radical que no nos permita tomar decisiones. La incertidumbre siempre va a estar presente en nuestra mente, pero no debe usarse como excusa para permanecer en una situación de parálisis. En cambio, sí que se debe utilizar la duda para estar abiertos a cambiar de opinión y para poder valorar todas las opciones de las que disponemos a la hora de tomar una decisión.

Con todo lo mencionado, podemos darnos cuenta de que debe sustituirse la idea preconcebida de que quien lo tiene todo claro es quien posee la verdad y quien debe poder liderar un grupo por otra en la que se destaque a aquellas personas que dudan, que formulan preguntas y que no se conforman con facilidad. Como docentes de filosofía, os animamos a potenciar la duda entre vuestros alumnos y alumnas, a realizarle preguntas a ellos que tengan que contestar de forma creativa y a que no den nada por sentado, pues como dijo Ortega y Gasset: “Siempre que enseñes, enseña a la vez a dudar de lo que enseñas”.