La inteligencia emocional en las aulas

La inteligencia académica es un pilar fundamental de la educación y tiene gran relevancia durante nuestra vida. No obstante, existe otro tipo de inteligencia que, a menudo, no se tiene en suficiente consideración: la inteligencia emocional. Aunque existen diferentes definiciones, podemos decir que se trata de la habilidad de entender y gestionar las emociones propias, además de tener la capacidad de empatizar con los demás.

Poco a poco, el sistema educativo le va prestando más atención a este tipo de inteligencia, ya que siempre ha quedado relegada a un segundo plano. Actualmente, las instituciones educativas empiezan a ser conscientes de que no solo deben transmitir conocimientos “académicos”, como matemáticas, economía o lengua, sino que también pueden tener una gran influencia en aspectos emocionales.

Si prestamos atención, la mayoría de adultos no han recibido educación emocional y, por tanto, no son capaces de identificar sus emociones, regularlas y gestionarlas adecuadamente, lo que les genera dificultades a la hora de adaptarse a las diferentes situaciones a las que se deben enfrentar a lo largo de sus vidas, tanto personales como profesionales. Esto también puede suponer un problema a la hora de transmitir este tipo de conocimientos, ya que será necesario que el docente sepa gestionar sus propias emociones y, a su vez, enseñar a los alumnos a hacerlo. Aun así, con la adecuada formación, podrán ser capaces de introducir este tipo de conocimientos en las aulas.

Si se consigue transmitir adecuadamente la importancia de la inteligencia emocional a los alumnos, los beneficios obtenidos serán numerosos, entre los que destacan:

  • Mejor adaptación en todo tipo de ámbitos, como el escolar, el familiar o el social.
  • Desarrollo de estrategias de regulación emocional, lo que permite afrontar adecuadamente situaciones intensas, como la frustración, el enfado o el miedo, entre otras.
  • Mejor manejo de las situaciones sociales y los sentimientos que ello conlleva. La persona que recibe educación emocional será capaz de escuchar de forma activa y comprender las necesidades de otros individuos. Asimismo, desarrollará la asertividad, la capacidad de trabajo en equipo, la gestión de conflictos, etc.
  • Aumento del bienestar personal. La inteligencia emocional permite al individuo generar recursos que contribuyen a una mejora de las habilidades de organización del individuo, le ayuda a desarrollarse personal y socialmente y le permite tener una actitud más positiva ante las diferentes situaciones a las que debe enfrentarse.

Como vemos, la inteligencia emocional ayuda al individuo en diversos aspectos. Por un lado, contribuye a que uno mismo sea capaz de gestionar sus estados de ánimo, tanto positivos como negativos, cosa que previene la aparición de factores negativos, como el estrés o la ansiedad. También permite que el individuo tenga unas relaciones sociales más saludables y satisfactorias, pues el estudiante habría desarrollado la empatía y otras habilidades sociales, como la gestión de conflictos.

Las relaciones sociales tienen una importancia especial durante la adolescencia, pues existen más presiones de tipo social. Además, es una etapa en la que existe cierta propensión a desarrollar problemas psicológicos a causa de la incapacidad de gestionar las emociones. También se debe destacar que en este período se produce un cambio de referentes, pues aunque los padres y madres siguen siendo muy importantes, empiezan a confiar más en sus amigos y compañeros. Todos los procesos que atraviesan durante esta etapa requieren de habilidades emocionales y, si no se tienen, se pueden desarrollar problemas para gestionar sus sentimientos, por lo que es imprescindible que trabajen la autoestima y la empatía.

Para comenzar a trabajar la inteligencia emocional, uno de los primeros pasos debe consistir en saber poner nombre a las emociones, pues el resto de habilidades relacionadas con la inteligencia emocional se desarrollarán a partir de esa base. Una vez se haya integrado esta capacidad, los estudiantes podrán empezar a trabajar sus emociones, mejorar su autoestima, desarrollar la empatía, etc.

Por suerte, cada vez existe más material para trabajar la educación emocional para todas las edades. Además, actualmente se tiene más conciencia sobre la salud mental, por lo que es habitual conocer estrategias que pueden contribuir al desarrollo de la inteligencia emocional que pueden exponerse en el aula, como, por ejemplo:

  • Realizar asambleas en clase y conversar sobre sentimientos. En este tipo de reuniones, el alumnado comprende que se están intercambiando ideas entre iguales, por lo que se sentirá más cómodo a la hora de expresar sus emociones y sentimientos y, a su vez, aprenderán a escuchar a sus compañeros y compañeras.
  • Impulsar al alumnado a redactar un diario. Esta tarea es muy útil para que cada persona se conozca más a fondo, ya que expresará cómo se ha sentido ante determinadas situaciones, lo que le permitirá reflexionar sobre cómo enfrentarse a ciertos asuntos para poder hacerlo mejor.

Como vemos, introducir la inteligencia emocional en las aulas puede hacerse de manera transversal y, aunque pueda ser una tarea complicada, ayudará al alumnado a enfrentarse a situaciones complejas durante toda su vida.