Hoy más que nunca, una base educacional en ética y filosofía es fundamental.
En un mundo lleno de constantes conflictos, es necesario e imperativo educar y enseñar a los niños y niñas y a la juventud a saber resolverlos de forma eficaz. Justo para eso tenemos a la casi olvidada filosofía.
Debemos dotar a los y las futuros líderes y profesionales de todos los ámbitos, de los conocimientos mínimos sobre esta materia, para no repetir, una y otra vez los errores, que como sociedad cometimos en un pasado y que, a día de hoy, seguimos cometiendo.
Pero, ¿exactamente qué es el conflicto?
No fue hasta mediados del siglo xx, tras observar y sufrir las consecuencias sociales de la Segunda Guerra Mundial, cuando los académicos decidieron que el conflicto debería ser objeto de investigación. Curiosamente, entre los mismos académicos surgieron disputas, pues no conseguían ponerse de acuerdo en cuanto a la definición de este concepto por no saber comunicarse de forma empática y eficaz entre ellos.
Desde el ámbito matemático y economista se estudiaba el conflicto a partir de la teoría del juego y la utilidad. Desde la política, a partir de la perspectiva del poder y el concepto de estado, mientras que desde la sociología se focalizaban en las estructuras organizacionales y, desde la psicología, en la teoría de la toma de decisiones y la cognición.
Los académicos, aun estando sumergidos en este concepto, no fueron conscientes de lo necesario que es ser empático y poder ver los conflictos desde la perspectiva de otra persona. Una vez fueron capaces de esto, entendieron que la concepción del conflicto es similar en todas las materias, lo que les permitió tener un lenguaje común para la definición de este concepto y poder comprenderse unos a otros.
En la actualidad son muchos los conflictos con los que nos encontramos en nuestro día a día. Continuamente escuchamos hablar de conflictos interpersonales de índole muy variada y, al mismo tiempo, recibimos noticias de conflictos internacionales que afectan directamente a toda sociedad. Vivimos rodeados de ellos desde una temprana edad y están presentes en todos los ámbitos de nuestra vida. De ahí la importancia de una buena y sólida educación en esta materia.
Hay que resaltar que la teoría del conflicto, en cualquiera de sus ámbitos, tiene como base la visión de la conflictividad humana, y que esta tiene, a su vez, una comprensión de los mecanismos psicológicos que permiten a los seres humanos justificar sus acciones. En pocas palabras, la subjetividad y la falta de empatía son conceptos a tener en cuenta cuando hablamos del conflicto y de las problemáticas a las que nos enfrentamos cuando deseamos resolverlos.
Otro punto en el que los académicos convergen es en la importancia del derecho para la resolución de conflictos, ya que el derecho es un mecanismo de solución de controversias que, a través de un sistema de normas, pretende disuadir a las personas y evitar conductas consideradas prohibidas.
Como podemos observar, este concepto es mucho más profundo y complejo de lo que se cree, por lo que suele ser complicada su explicación y definición. Pero de lo que sí estamos seguros y seguras es que para que exista un conflicto deben haber dos o más personas o grupos que, al interactuar, muestren conductas externas o internas incompatibles. Esta interacción tiene como finalidad prevenir, obstruir, interferir, perjudicar o, de algún modo, hacer menos probable o menos efectiva la acción/idea de uno a través del otro, como consecuencia de una incompatibilidad subjetiva de metas, valores, posiciones, medios, estrategias o tácticas que implican el ejercicio del poder de uno sobre otro en un ambiente de ausencia, libre interpretación o transgresión de normas.
Es aquí cuando la filosofía cobra más valor, ya que es la filosofía aplicada la que pretende atacar directamente el conflicto a través del estudio para su disolución. Para eso, es necesario que aprendamos a gestionarlos de forma adecuada y que busquemos una solución a través de una negociación satisfactoria para todas las partes.
Juan Carlos Castelló Meliá, doctor y premio extraordinario en la licenciatura de Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de Valencia, es profesor y escritor de temas filosóficos y trascendentales. Juan Carlos, en su libro El saber de la resistencia enfatiza la necesidad de educar a la sociedad desde un prisma filosófico en la resolución de conflictos centrando su estudio en el valor de la resistencia como modo de preservar la dignidad humana y las diversas formas de violencia y conflictos políticos.
A través del estudio de los conflictos sociales causados por la Alemania nazi, este autor nos hace entender la importancia de la predisposición y la negociación para la resolución de conflictos y las consecuencias de no hacerlo.
Juan Carlos nos plantea, con esta lectura, una tarea filosófico-educativa y busca establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y orientan el conocimiento del conflicto, así como el sentido del obrar humano ante esta materia.
Vivimos tiempos de incertidumbre política y de fragilidad ética que han derivado en una incapacidad social para resolver conflictos de forma óptima. Precisamente por ello, en Diálogo queremos ofrecerte lecturas formativas que te orienten, tanto a ti como a tu alumnado, a comprender los orígenes y las causas de los conflictos bélicos existentes, donde de nuevo, los poderes políticos actúan con violencia ante la sociedad.