Últimamente, nos estamos dando cuenta de que, cuando llegamos a la edad adulta, carecemos de ciertas habilidades que son necesarias para vivir en sociedad pero que no hemos acabado de desarrollar, como es el caso de la empatía, el pensamiento crítico o el rechazo a la discriminación.
Como esta situación es bastante habitual, se plantean modelos de educación que intentan promover habilidades que nos ayuden a convertirnos en adultos mucho más completos y funcionales, como es el caso de la educación en valores.
Este modelo consiste en utilizar pautas que promuevan la tolerancia, la inclusión, el civismo y otros valores, siempre con el objetivo de conseguir ciudadanos que sean capaces de asumir nuevos retos y puedan avanzar en la consecución de un mundo más justo y equitativo. Para poder integrar lo comentado en el modelo educativo, no hay que crear una nueva asignatura en el plan de estudios, sino que los valores deben ser transversales y estar incluidos en todas las materias.
A partir del replanteamiento de la educación actual, podemos ver que el objetivo de la educación no es únicamente inculcar conocimientos didácticos de diferentes disciplinas (matemáticas, biología, lengua…). Y, aunque este tipo de saberes son importantes y nos serán de utilidad a lo largo de nuestra vida, también debemos crecer personalmente para conseguir ser responsables, empáticos y respetuosos. Para ejemplificar la educación en valores, podemos mencionar algunos de sus objetivos:
- Promover la evolución de una persona en un sentido ético y moral.
- Potenciar la gestión de las emociones y evitar problemas de tipo afectivo.
- Intentar que los estudiantes sean capaces de solucionar conflictos que puedan surgir en cualquier tipo de contexto, ya sea personal o profesional.
- Conseguir que los individuos sean autónomos e independientes, al mismo tiempo que son capaces de saber pedir ayuda cuando sea necesario, es decir, que no intenten gestionar todo tipo de asuntos en soledad, pues puede conducir a otro tipo de problemas.
- Hacer ver al alumnado que todos los individuos somos iguales, independientemente de nuestro género, etnia, clase social, etc. Si esto se consigue, la discriminación sería rechazada en todas sus variantes, pues se señalarían los comportamientos que perjudican a alguna persona o colectivo oprimido.
Para poder conseguir que este tipo de educación se desarrolle, no solo debe trabajarse en los colegios, sino también en institutos y universidades. Cuando un individuo se encuentra en dichas etapas de formación, es más probable que la información recibida se consolide de una forma más rápida y efectiva, pues se encuentra en una época en la que está desarrollando su personalidad. No obstante, el lugar donde es más importante que se tenga en cuenta la educación en valores es en lugar en el que más tiempo solemos pasar: en casa. Esto se debe a que, aunque en nuestro centro educativo estemos recibiendo valores como el respeto, la creatividad, la tolerancia o la cooperación, si no observamos un reflejo de lo aprendido en otros ámbitos de nuestra vida, será muy difícil que los asimilemos y los integremos, pues estaríamos recibiendo información contradictoria.
Si analizamos lo comentado, podemos darnos cuenta de que el pensamiento crítico es una de las bases de este tipo de educación, pues, al final, está presente en todas las habilidades que se pretenden desarrollar. Por tanto, la adopción de este valor puede conducir a la integración de todas las competencias que se han mencionado.
Como resultado, podemos llegar a la conclusión de que la inclusión de todos los valores mencionados puede suponer una clara mejora, no solo en el modelo educativo actual, sino en la consecución de una sociedad más adecuada para todos, pues acabaríamos formando a personas y no solo a estudiantes.