Ayudar al alumnado a gestionar conflictos

A lo largo de nuestra vida surgirán conflictos inevitablemente, por lo que saber gestionarlos puede ayudarnos mucho a la hora de hacerles frente. Aunque aprender a hacerlo es complejo y requiere de una gran implicación por parte de la persona, en las aulas es posible dar algunas herramientas que conduzcan al estudiante a una mejor forma de resolver los conflictos.

Para comenzar a tratarlos, es importante comprender la naturaleza del conflicto en cuestión y la manera en la que ha surgido. Cualquier situación en la que existen desacuerdos, tensiones o enfrentamientos con uno mismo o entre personas o grupos se puede calificar como conflicto. Estas situaciones pueden ser provocadas por diferencias de opinión, intereses opuestos, malentendidos, inseguridad…

Además de intentar resolverlos, es importante analizar el impacto emocional que estos pueden tener. Algunas de las emociones que pueden surgir son enfado, tristeza o frustración y, para poder gestionarlas, es importante saber reconocerlas.

Cómo reconocer las emociones derivadas de un conflicto

A menudo damos por hecho que sabemos lo que sentimos cuando, en realidad, identificar las emociones no es una tarea sencilla. Por tanto, saber reconocerlas ya es un gran avance a la hora de gestionar un conflicto. Para hacerlo, podemos explicarles a los estudiantes a observar los cambios corporales y en el estado de ánimo, ya que se trata del primer paso para conseguirlo.

Algunos de los cambios físicos que pueden surgir a partir de la generación de un conflicto pueden ser tensión muscular, aceleración del ritmo cardíaco y la respiración, etc. Respecto al estado de ánimo, se pueden producir cambios que conducen a la irritación, la molestia o la ansiedad.

Fomentar el diálogo

Ante la aparición de un conflicto, que las diferentes partes implicadas dialoguen con el objetivo de llegar a un acuerdo suele ser la mejor opción. Para ello, es imprescindible que el diálogo parta desde el respeto, la asertividad y la escucha activa. El docente puede proponer conflictos ficticios en los que el alumnado, individualmente o por grupos, tenga que representar una opinión diferente a la del otro grupo o compañero.

A partir de ahí, el docente, además de actuar como mediador en la resolución de conflictos, puede plantear diferentes maneras para gestionarlo e introducir algunas teorías filosóficas, como la de Jürgen Habermas o Emmanuel Levinas, que enfatizaron la necesidad de un diálogo respetuoso y abierto como medio para superar los desacuerdos y promover la comprensión entre los implicados. Para ellos, es necesario escuchar atentamente a los demás, considerar las diferentes perspectivas e intentar encontrar puntos en común.

Existen otros filósofos, como Carol Gilligan o Nel Noddings, que destacaron la importancia de tener en cuenta las necesidades y las preocupaciones de todas las partes involucradas y buscar soluciones que promuevan el bienestar de todos. Aquí la empatía tiene un papel fundamental, pues es imprescindible ponerse en el lugar del otro y comprender sus emociones y perspectivas.

En este ejercicio, también se puede proponer al alumnado que resuelva los conflictos de distintas formas teniendo en cuenta las diferentes teorías filosóficas, de forma que llevarán a la práctica lo explicado de manera teórica y, al mismo tiempo, encontrarán técnicas para saber gestionar este tipo de problemas en la vida real. Asimismo, hacer ver al alumnado que el conflicto no es necesariamente negativo, sino una oportunidad para aprender y crecer, puede ayudarles a la hora de enfrentarse a ellos.

Los conflictos con uno mismo

Los conflictos no necesariamente surgen con otra persona o grupo implicado, sino que también pueden surgir con uno mismo y pueden llegar a suponer un problema mayor a la hora de intentar gestionarlos. Por tanto, es clave transmitirle al alumnado que se trata de una situación completamente normal e intentar darles herramientas para saber llevarlo. Algunas estrategias que pueden contribuir al manejo de estas situaciones son:

  • Autoaceptación y reflexión. Una vez reconocido y aceptado el conflicto, es importante tratarse a uno mismo de la misma forma que tratarías a otra persona, es decir, desde la comprensión y tratando de no ofenderla ni herirla. Así se podrán analizar mejor los pensamientos y buscar la mejor manera de solventar la situación.
  • Toma de decisiones. Cuando nos encontramos ante un conflicto interno, aunque haya que tener en cuenta la situación de otras personas (en el caso de que influya), es importante analizar las diferentes posibilidades que existen y escoger una teniendo en cuenta las necesidades propias.
  • Búsqueda de otras perspectivas y autocuidado. En algunas ocasiones, plantear el conflicto a personas de confianza puede ayudarnos a descubrir otras perspectivas y enfoques que no se nos habían ocurrido por nosotros mismos. Por otro lado, tener tiempo para nosotros mismos y asegurarnos de nuestro bienestar también puede contribuir a que veamos la situación con más claridad y a pensar nuevos caminos hacia la solución.

Aprender a gestionar las emociones ante un conflicto, sea cual sea, puede ser muy beneficioso para el presente y el futuro, ya que puede ayudarnos a reducir situaciones de estrés y preocupación. Por ello, exponer en el aula estrategias basadas en el diálogo y la empatía podrán contribuir a que el alumnado sepa hacer frente a estas situaciones de una forma mucho más llevadera y beneficiosa.